Comentario
Las iglesias de monjas eran muy pequeñas a diferencia de las de monjes, generalmente amplios templos. Como las comunidades femeninas cistercienses llevaron una vida de gran precariedad económica, salvo excepciones muy concretas y en determinados momentos del medievo, no pudieron mantener un número importante de capellanes. Por esta circunstancia tampoco fueron necesarias las grandes cabeceras en sus iglesias. Lo habitual era una iglesia de una nave, como la de Tulebras. La excepción son las ingentes fundaciones castellanas que, bajo la protección de poderosos señores, se pudieron permitir proyectar, al menos en principio, magníficos templos. Las Huelgas, fundación de patronato real, tiene una iglesia inusual para un monasterio femenino, un enorme transepto en el que se disponen cinco ábsides en batería; es, sin duda, la que mejor responde a los arquetipos masculinos. Algo menos pretenciosa, pero evidentemente también monumental y otra excepción, es la cabecera de Gradefes, que se organiza en forma de girola con capillas radiales. En un tono algo menor se disponen las cabeceras de tres ábsides de Carrizo, de fábrica románica, y San Andrés del Arroyo; mientras que los tres ábsides de Cañas son ya góticos. Sin embargo, estas importantes construcciones, iniciadas con grandes pretensiones, no fueron capaces de poder mantener su grandeza en una coherente terminación monumental de sus naves. Muchas de ellas, pasados unos años o incluso siglos, reanudan las obras con elementos arquitectónicos y decorativos propios de la época en que tiene lugar la continuación de las obras. Tal es el caso de Gradefes, donde el transepto se alza en el siglo XIV, y el coro en el XVII, de Cañas, cuya nave es del siglo XVI, etc. De esta terminación en crisis se salvó Las Huelgas, una vez más por la importancia patrimonial que los reyes concedieron a esta fundación.
La mayoría de las iglesias del Císter femenino sólo necesitó una cabecera sencilla para un reducido número de capellanes, estando muy lejos de alcanzar las formas del grupo anterior que se asemejaban más a las basílicas de monjes.
Las religiosas tenían un espacio cerrado ante el presbiterio, comunicado fácilmente con la puerta que las conducía al claustro. Avanzado el siglo XIII, en este coro monástico se custodiaban los sepulcros de los fundadores. En el caso de Las Huelgas los sarcófagos de Alfonso VIII y Leonor son dos magníficas obras de la escultura funeraria castellana del siglo XIII.
Detrás del espacio destinado a las monjas existía un segundo coro, el dedicado a las conversas. Es un ámbito más reducido, con una sillería menos rica
que la del anterior. De este coro de conversas se accede al corredor que las lleva a sus dependencias.
Como en las iglesias de monjes, en las fundaciones más antiguas femeninas no existe puerta occidental. Una puerta se abre en el flanco opuesto al del claustro; es por donde, en ocasiones excepcionales, pueden entrar los fieles laicos y también se utiliza como puerta de difuntos.